
Muchas veces oímos el tópico de “bueno, como a mí no me pasa” o “esto no pasa aquí” pero debemos saber que el racismo es muy común en la actualidad y, a pesar de quizás no lo vivamos de forma directa, el de al lado puede estar sufriéndolo. El racismo no tiene fronteras y afecta en todos los ámbitos, desde el trabajo, hasta el deporte.
El pasado 25 de enero de 2020, el jugador profesional de fútbol Iñaki Williams (Athletic Club) fue increpado por unos aficionados al ser sustituido en el partido ante el Espanyol. Cuando el delantero se aproximó al banquillo para ser sustituido, comenzó a escuchar gritos de ¡UH UH UH! simulando el sonido de un mono. Williams le comunicó al capitán Muniain lo sucedido para que informara al árbitro, pero este no dejó constancia del hecho en el acta.
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“Ha sido un día un poco triste, no deben ocurrir estos acontecimientos porque están fuera de lugar”
El jugador presentó una denuncia tras el bochornoso incidente y el pasado 16 de noviembre la fiscalía de Delitos de Odio de Barcelona presentó una querella contra los individuos. Iñaki Williams se pronunció el mismo día y dio las gracias por el apoyo recibido.
El pasado 9 de septiembre, una pareja sudamericana que viajaba en el Metro de Madrid fue insultada y agredida de forma racista por parte de tres jóvenes, dos de ellas de 15 y 16 años, que se encontraban en el mismo vagón que la pareja. Una de las tres chicas insultó al hombre llamándole panchito de mierda y posteriormente le escupió en la cara. Los pasajeros que presenciaron la agresión racista grabaron los hechos, y las chicas les amenazaron por defender a la pareja: “Os voy a dar una ostia a los móviles que os voy a reventar a la cabeza".
Después de lo sucedido, Metro de Madrid abrió una investigación interna para trasladar toda la información a la Policía Nacional. Las tres menores fueron identificadas y se notificó por la Brigada de Delitos de Odio de la Policía Nacional a la Fiscalía de Menores.
Pedro Diavita es un joven de 20 años que vive en el municipio de Etxebarri, y nos cuenta que a finales de septiembre sufrió un ataque racista por parte de tres hombres de entre 30-40 años.
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“Yo paseaba con la bicicleta por el barrio cuando uno de ellos me gritó puto negro”, cuenta Pedro indignado.
Según relata el joven, cuando recibió el insulto, se dirigió hacía él para preguntarle porque le había insultado y el hombre respondió lo siguiente: “Porque puedo, porque me da la gana, soy Guardia Civil y te puedo meter en la cárcel”. Después de esta respuesta Pedro contestó que no tenía derecho a faltarle al respeto y el hombre le agredió físicamente. Diavita cuenta que en ese momento él reaccionó de la misma manera. Posteriormente llamó a su hermano mayor, y como todo acabó en trifulca, decidieron no denunciar: “Podíamos salir como culpables por haber reaccionado así”. Casos como el de Pedro suceden habitualmente, y muchos tienen el mismo miedo a denunciar por sentirse menos protegidos ante la ley.
Zara Alahmadi es una chica de ascendencia marroquí la cual se crió en Jerez de la Frontera, pero que desde hace ya unos años vive en Vitoria-Gasteiz. Se atrevió a contarnos un caso de racismo que sufrió cuando apenas era una niña.

“Durante mi infancia, siempre fui un blanco fácil para mis vecinos y compañeros de clase, al ser la única mora del barrio. Siempre me decían lo típico de mora de mierda, vete a tu país, pero llegó un día en el que lo escribieron en la pared de la asociación a la que íbamos todos los del barrio”, señalaba Alahmadi. “Por cosas como esta te sientes diferente, no sabes cual es tu lugar. ¿El simple hecho de que me tape el pelo con un trozo de tela marca la diferencia?”, se cuestiona la joven.
“Yo vengo de Andalucía, donde siento que existe un racismo descomunal. En el País Vasco no he sentido tanta discriminación, aunque siempre notas miradas o gestos de frialdad”, añade Alahmadi.
Adrián Panizo es un joven de 18 años. Su madre es panameña, él nació en Bilbao y su padre es vallisoletano. Su aspecto es inconfundiblemente latino, pues tiene piel olivácea y pelo hirsuto, pero no tiene absolutamente nada de acento. “Desde pequeño he oído cosas que me ‘joden’. Nunca me han pegado ni nada de eso, pero sí que me han vacilado y no me hace gracia”, comenta Panizo.
“A mi madre y a mis hermanos les pasa igual, pero a mi padrastro sí que le llegaron a ‘dar’ por salir con una panameña”. Del incidente no sabe mucho, pues su padrastro solo le contó que fue a la salida de un bar en Santander, donde vivieron hasta que se trasladaron a Laredo por trabajo, cuando él tenía 7 años.
“Yo me considero español. Mi madre y su familia es panameña, pero yo he vivido toda mi vida aquí y nunca he estado en Panamá. Me da igual que piensen que soy panameño pero la verdad es que no”, declara Adrián. “En Laredo y en Cantabria en general hay mucho ‘facha’. A mi me da igual la política, pero sé a quién no votaría”.