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El 13 de noviembre de 1992 se producía el que sería catalogado como el primer delito de racismo en España, cuando Lucrecia Pérez, una mujer dominicana de 33 años, era asesinada a manos de cuatro ultraderechistas en el barrio de Aravaca de Madrid. A partir de ese día se comenzó a hablar de algo que tanto tiempo se había intentado ignorar en España: el racismo.

 

A día de hoy, este problema sigue formando parte de la sociedad española, como podemos ver en los siguientes datos: en 2018, fueron 426 los delitos por racismo y xenofobia recogidos por el Informe de la Evolución de los Delitos de Odio del Ministerio del Interior, mientras que en 2019 se registraron hasta 515, con un desesperanzador incremento de casi un 21%. 

 

Pese a que España esté integrada en la multiculturalidad, como muestra el Instituto Nacional de Estadística (INE) en su Encuesta Continua de Hogares, donde señala que el 17% de ciudadanos españoles son hijos de extranjeros, los crímenes de odio mortales por tipología más habituales son, como recoge el proyecto 'Crímenes de odio: memoria de 25 años de olvido', a causa del racismo y de la xenofobia (39). De las 39 víctimas tan solo 19 agresores fueron condenados. 

 

Y, por si no fuera poco, el informe realizado por el Equipo de Implementación y por la ONG Rights International Spain denuncia más de 80 incidentes racistas durante el estado de alarma decretado por la pandemia. Para ser exactos, 39 de esos casos fueron denunciados por presuntos abusos policiales racistas y 47 por haber sido identificados simplemente por su perfil racial. De estos últimos 47 casos, hasta un 70% de los afectados denuncian haber sufrido brutalidad policial tras la identificación.

 

Para entender este problema que azota a la sociedad española, José Manuel, partícipe de la Asociación Alma Latina, institución que lucha por la inclusión en un ambiente multicultural, asegura que “el problema es tanto educativo como problema de algunos ideales políticos que se adoptan; algunas familias siguen educando a sus hijos con los ideales retrógrados de generaciones anteriores”. Posteriormente, tras ser preguntado por las actividades de la asociación, el trabajador replicó que desarrollan actividades infantiles para afianzar la inclusión de los más jóvenes en “unas bases de ideales del respeto y aceptación por las diferentes culturas”.

 

Siendo las cifras de agresiones y abusos tan alta a personas racializadas, José Manuel fue cuestionado sobre si estas cifras eran debidas a un posible problema de racismo institucional, más allá de los individuos. José Manuel lo confirma: “Creo que sí hay racismo institucional, pero no tan grave como en países como EE UU. No diré que sea por cumplir órdenes, pero dentro de la policía sí que hay casos de abusos, por ejemplo, el identificar a personas solo por su condición racial o nacional.”. Para finalizar quisimos preguntarle sobre la posibilidad de una persona sin un poder ejecutivo, es decir, una persona de a pie, para ayudar a la lucha contra el racismo. El colaborador manifiesta que la mejor manera de ayudar en el día a día es colaborando en actividades que estén “dentro de nuestras posibilidades, como puede ser ayudar en búsquedas de hogares, colegios, etc. Como harías con cualquier vecino que te lo solicite”.

La participación activa de las asociaciones universitarias en las políticas que defienden, la voz que le es otorgada para la reflexión en común de mejoras y sumado a los presupuestos propios que tienen para organizar todo tipo de eventos hace que las asociaciones universitarias tomen protagonismo en este tipo de causas, ya que obtienen facilidades a la hora de denunciar hechos sociales.

 

“Aquí en Raíces pensamos que el 21 de marzo es una invención artificial. Nosotros pensamos que la fecha en la que más hay que señalar para el movimiento antirracista es Noviembre, conmemorando el asesinato de Lucrecía Perez”, critica Silvia, trabajadora de la Asociación Raíces, tras ser cuestionada por sus actividades durante el 21-M. Pese a tener fechas tan definidas en el calendario, la asociación tiene claro que el apoyo de otros estudiantes no es “ni constante, ni continuo”, también critican el hecho de que, si bien hay varias asociaciones en la Universidad Autónoma, ellas tienen otras motivaciones y no son tan partícipes. Se muestran muy críticos con la participación de los estudiantes en actos realizados por ellos: “Es verdad que a los actos que organizamos viene más gente, pero la cantidad depende siempre del tema tratado. Si hablamos del feminismo, al ser un asunto tan popular, se llena. Pero si hablamos de las condiciones laborales de la mujer extranjera en España, tema que le interesa a cuatro gatos, pues no viene nadie. Y eso es bastante cuestionable.” También declaran el hecho de que “España es un estado racista”, por ello y en cada año en la Asamblea Antirracista, al organizar la manifestación escriben un manifiesto en el que proponen medidas aconsejando al Gobierno para una mejora en este campo, como por ejemplo los CIEs.

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